martes, 31 de julio de 2007
La Furia
Luego de La Bienvenida vino la furia, tardó un poco más que los tres días de resurerección. Ocurrió mirando cuanta depravación política, cuanta basura va cayendo por los bajantes esos que se anudan en los portales web del escualidismo. Esa batalla en red de quienes se dedican a expresar odio hacia su país, hacia los pobres, hacia los lugares donde quizás ellos mismos se criaron y hasta de la sangre mestiza que muy presumiblemente tienen corriendo por las venas.
Llegó para mi la furia, no tanto por esos que van acumulando basura en sus sesos, sino por la incapacidad de callarles la boca en vivo y directo. Llegó la furia mirandolos revolcarse de alegría porque Venezuela finalizó de octava en los Panam de Río y no en el sexto lugar como lo había planificado el Estado venezolano. Se desbocan como fieras amargas y nosotros nos preguntamos ¿por qué odian tanto?, es odio, no hay ni siquiera conciencia de clases, es odio, odio a mi, a ti, al nosotros, odio colectivo pues, de esos que no se pueden disimular.
Los comentarios racistas palidecen ante la discriminación social que los empuja. Su memoria no está diseñada más que para albergar su propio complejo de no haber querido nacer en Venezuela.
Y día tras otro, amenazan, amenazan, amenazan... dicen que falta poco para que caiga el régimen o que prefieren que la peor basura los gobierne antes de tener un Presidente al que califican de "folklórico".
Si, odian el folklore, odian lo que fueron, incluso, los descedientes de inmigrantes odian hasta recordar la miseria que empujó a sus padres a venir a Venezuela. Odian su mestizaje y a si mismo, son traidores hasta de su propio sexo y lo niegan, se odian a si mismos.
Son el producto nauseabundo, si nauseabundo, producto nauseabundo dije, de una sociedad absurda, creada para negarnos a nosotros mismos, forjada en los valores de avergorzarnos de cuanto somos y de maldecir día a día el haber nacido en Latinoamerica, especialmente en la esquina de Castilletes a Río Esequibo, donde para peor mala leche les tocó estar en el mismo momento en que las masas discriminadas negadas y ocultadas decidieron escoger a un Presidente distinto.
Sus padres, pudieron haber sido de izquierda, suele suceder, hoy son tan amnésicos como la ignoracncia de sus hijos. Para ellos el mundo se inició en 1998 como una pesadilla, antes nada existió.
Recuerdo a alguna ex fanática maoíosta como Gloria Cuenca, periodista, que conoció la censura y la represión, que supo de torturas y desapariciones forzadas durante la década de los 70 y 80. Hoy en día habla de la defensa de la libertad de expresión, cuando lo que defiende es la libertad de opresión, hoy, cuando puede escribir sus babosadas en cualquier periódico y nadie le dice nada más grave que algún comentario de "vieja loca".
Como ella serán esos que tras cada vez más fanático ánimo fascista se esconden detrás de un suculento "nick" como "amor a Estados Unidos, primer mundo" para dar rienda suelta a sus odios acumulados contra la venezolanidad y la latinoamericanidad.
Son ellos, nauseabundos seres, pero están allí, existen.
Después de La Bienvenida vino La Furia, no es gratuita, es que a veces no cabe en la cabeza pensar como muchos están ocupados en mentir, en hacer aritmética ideológica, mientras nuestras universidades están llenas de estos nauseabundos seres.
Llegó para mi la furia, no tanto por esos que van acumulando basura en sus sesos, sino por la incapacidad de callarles la boca en vivo y directo. Llegó la furia mirandolos revolcarse de alegría porque Venezuela finalizó de octava en los Panam de Río y no en el sexto lugar como lo había planificado el Estado venezolano. Se desbocan como fieras amargas y nosotros nos preguntamos ¿por qué odian tanto?, es odio, no hay ni siquiera conciencia de clases, es odio, odio a mi, a ti, al nosotros, odio colectivo pues, de esos que no se pueden disimular.
Los comentarios racistas palidecen ante la discriminación social que los empuja. Su memoria no está diseñada más que para albergar su propio complejo de no haber querido nacer en Venezuela.
Y día tras otro, amenazan, amenazan, amenazan... dicen que falta poco para que caiga el régimen o que prefieren que la peor basura los gobierne antes de tener un Presidente al que califican de "folklórico".
Si, odian el folklore, odian lo que fueron, incluso, los descedientes de inmigrantes odian hasta recordar la miseria que empujó a sus padres a venir a Venezuela. Odian su mestizaje y a si mismo, son traidores hasta de su propio sexo y lo niegan, se odian a si mismos.
Son el producto nauseabundo, si nauseabundo, producto nauseabundo dije, de una sociedad absurda, creada para negarnos a nosotros mismos, forjada en los valores de avergorzarnos de cuanto somos y de maldecir día a día el haber nacido en Latinoamerica, especialmente en la esquina de Castilletes a Río Esequibo, donde para peor mala leche les tocó estar en el mismo momento en que las masas discriminadas negadas y ocultadas decidieron escoger a un Presidente distinto.
Sus padres, pudieron haber sido de izquierda, suele suceder, hoy son tan amnésicos como la ignoracncia de sus hijos. Para ellos el mundo se inició en 1998 como una pesadilla, antes nada existió.
Recuerdo a alguna ex fanática maoíosta como Gloria Cuenca, periodista, que conoció la censura y la represión, que supo de torturas y desapariciones forzadas durante la década de los 70 y 80. Hoy en día habla de la defensa de la libertad de expresión, cuando lo que defiende es la libertad de opresión, hoy, cuando puede escribir sus babosadas en cualquier periódico y nadie le dice nada más grave que algún comentario de "vieja loca".
Como ella serán esos que tras cada vez más fanático ánimo fascista se esconden detrás de un suculento "nick" como "amor a Estados Unidos, primer mundo" para dar rienda suelta a sus odios acumulados contra la venezolanidad y la latinoamericanidad.
Son ellos, nauseabundos seres, pero están allí, existen.
Después de La Bienvenida vino La Furia, no es gratuita, es que a veces no cabe en la cabeza pensar como muchos están ocupados en mentir, en hacer aritmética ideológica, mientras nuestras universidades están llenas de estos nauseabundos seres.
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