lunes, 10 de septiembre de 2007

A un año de gobierno aprista


Por: Movimiento Revolucionario Túpac Amaru - Dirección Estratégica


Ha pasado un año de gobierno aprista y se hace imprescindible hacer un análisis que nos permita comprender el camino que va desarrollando la nueva plataforma de poder político conformado luego de las últimas elecciones presidenciales. Todo esto inscrito sin lugar a dudas en medio de los cambios del capitalismo en el Perú y el reacomodo y avance de las fuerzas del campo popular.
Concluida la dictadura fujimontesinista, producto de la presión popular, los sectores populares esperaban cambios sustanciales en lo que, hasta ese momento, había sido uno de los más extremistas regímenes neoliberales de América latina. No obstante, el régimen de Alejandro Toledo sirvió de continuidad al modelo implantado a sangre y fuego en 1992 con el shock económico más salvaje de la historia moderna en el mundo. Así pues, se demostraba que la dictadura era en realidad el esfuerzo de la burguesía peruana (que no alcanza el carácter de burguesía nacional) por reorientar el conjunto de la sociedad, acabando con el tibio intento de confección de un estado de "bienestar" establecido en la constitución de 1979. No se trataba pues de un gobierno sino del inicio de una reconfiguración total del Estado, reduciéndolo y casi extinguiéndolo salvo en sus instancias represivas. Así se vendieron empresas públicas de carácter estratégico como Petro Perú, ENTEL Perú, etc. acabando además con derechos sociales ganados en jornadas heroicas de luchas de nuestro pueblo.
Las iniciales expectativas de cambio que el fujimorismo generó en el pueblo rápidamente fueron quedando atrás ante lo contradictorio de sus resultados. Se había desmontado en gran medida los aparatos estatales pero no había sectores productivos que recibieran a esa masa de trabajadores. El campo fue abandonado a su suerte y se desarrolló una modernización "estética" del país con grifos nuevos, centros comerciales, etc. en donde nunca se puede comprar nada ante la escasa o nula capacidad de gasto que tenemos los peruanos, no pudiendo siquiera cubrir las necesidades básicas de un ser humano.
Se había golpeado a los insurrectos, dejándose vía libre para explotar aún más a los humildes. Los ricos y sus medios de comunicación aliados al dictador presentaban a un país de bonanza donde sólo había sub empleo, sub alimentación y desgracia por todas partes. La caída de la dictadura implicó una rebelión de las capas populares fundamentalmente en contra de esta situación.
Claro está, además de una reacción de indignación ante la obscena corrupción evidenciada por el régimen a través de videos y audios. Y también era el pedido, el reclamo y la exigencia de acabar con la impunidad de la muerte, de la tortura y la necesidad de cambiar el conjunto de los mandos militares superiores de las fuerzas armadas y policiales al haber sido pieza fundamental del sistema narcoterrorista implementado.
Y sin embargo nada cambió. Una vez más se desperdició una oportunidad para iniciar un proceso real y profundo de democratización. El poder burgués empezó a reacomodar sus fuerzas empezando por un trato amable con la corrupción fujimorista y una marcada orientación por legitimar la impunidad contra los militares asesinos y corruptos que hicieron fortuna y se llenaron de sangre las manos durante los noventas.
Nada cambió pues, en el Perú y en América latina, hace mucho se ha establecido un partido único del poder. Se piensa que Fujimori, Toledo o García son "distintos" y eso es falso. Son sectores o tendencia o matices del mismo gran partido burgués. Fujimori con la Constitución del '93 y el desmembramiento del movimiento popular, Toledo con la firma del TLC como hito, en un ambiente aparentemente "democrático" y García buscando concretizar el Tratado, aplacando para ello con el repunte popular.
Toledo pasó a institucionalizar las reformas capitalistas del fujimorismo; pero los sectores populares habían ya dado un paso adelante en términos de reorganización y las luchas populares se multiplicaron, adquiriendo nuevas dinámicas y apareciendo nuevas organizaciones populares y sociales que expresaban en su caminar la esperanza y tragedia de nuestro pueblo. Un claro ejemplo de esto último es la organización que han venido asumiendo las comunidades afectadas por las mineras que, en una muestra de justicia, han desalojado a los campamentos mineros. Nuevamente el pueblo rompía el sentido común instaurado por el fujimorismo respecto a que toda forma de acción directa y uso legítimo de la violencia era "terrorismo". Esto si duda representa un avance importante en la lucha del pueblo peruano al cuestionar –con su accionar- el monopolio del ejercicio de la violencia por parte del Estado.
Así mismo el proceso de adecuación fujimorista para encajar al Perú en la orbita hegemónica de los Estados unidos como potencia única en la tierra fue desarrollada con mayor profundidad bajo el régimen de Toledo.
Es en este contexto en que se enmarca la llegada de Alan García al gobierno. Alan García es el resultado de la recomposición del poder pero al mismo tiempo expresión de sus limitaciones. El mismo hecho de que no haya ganado la candidata natural de los sectores más reaccionarios de la derecha peruana evidencia una incapacidad por trasmitir al pueblo y seguir legitimando un discurso y un modelo agotado, así como su incapacidad de generar recambios políticos encarnados en personas. Por ello tuvieron que optar por su anterior "enemigo populista", Alan García, que se enfrentaba en segunda ronda electoral a la candidatura del señor Ollanta Humala quien expresaba en su momento el ansia de transformación de vastos sectores postergados jamás beneficiados con las "bondades del capitalismo" en su versión neoliberal.
Alan García llega al gobierno hablando contra el abuso de las "services" que se han convertido en el modo "normal" de contratación de trabajadores. Lo cual implica un mecanismo que se han dotado los regímenes neoliberales para librarse del pago y cumplimiento de los derechos de los trabajadores.
Según el clima político García ha ido acercando y distanciando su discurso de la opinión pública hablando del "pacto social" y hablando en términos de una social democracia moderna europea (capitalista siempre claro), planteando algunos impuestos mínimos a las empresas mineras y planteando "evaluar" la implementación del TLC. Pero para quien conoce la historia del APRA y la historia particular de García sabe que un asesino y corrupto como el, representante de un partido que desde hace mucho dejó de ser popular, caracterizado por componendas entre su dirigencia con los sectores más reaccionarios de la sociedad a la par que mantenían una parafernalia "antiimperialista" pues no le resulta extraño la traición a los principios y a las promesas, por grandes o pequeñas que estás pudieran ser.

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