domingo, 10 de agosto de 2008

Entre la "triple A" y el comité de aplausos

Por: Ernesto Villegas Poljak
Fecha de publicación: 08/08/08


Puede que haya lucido a regañadientes, pero no es poca cosa el que el presidente Hugo Chávez se haya disculpado con el camarógrafo Efraín Castro.

Con todo lo que pueda decirse al respecto, tal disculpa comporta en sí misma una rectificación.

Tal vez no en relación con VTV y su contrato colectivo, que al fin y al cabo todas las estructuras del viejo Estado deberían ser revisadas en una verdadera revolución, mucho más si ésta se proclama nada menos que socialista, pero sí en cuanto al modo de relación entre el líder revolucionario y los hombres y mujeres que lo siguen.

Por la cantidad y contenido de los mensajes recibidos a propósito del artículo “Desagravio a un camarógrafo”, publicado aquí la semana pasada, los cuales agradezco profundamente, tengo la impresión de que el pueblo chavista está dispuesto a perdonarle muchas cosas a su líder, como en toda relación amorosa, salvo que vuelque su liderazgo para emprenderla contra gente del mismo pueblo, por más razón que le asista en el fondo de sus planteamientos.

Escenas como la de Chávez versus Efraín, o Chávez versus Nelson Mora en el barrio Federico Quiroz, en clara situación de desventaja, dejan a sus seguidores como el robot de Perdidos en el espacio cuando se topaba con algún hecho desconcertante: “No es computable, no es computable”.

El Presidente ha entendido esto y, a su manera, le ha pedido perdón a Efraín.

La conexión emocional entre Chávez y el pueblo chavista requería un gesto en esa dirección.
En la campaña electoral del 2006, él mismo describía esa conexión con un bolero, cantando en sus mitines “…es más que amor, frenesí”. El que la paliza que ese año le dio a Manuel Rosales no fuera con 10 millones de votos por el buche, como había alardeado, sino con siete, fue un signo de alerta que no fue tomado en cuenta. Luego vino el 2007, cuya historia es conocida, y en cuyo desenlace quién sabe cuánto incidió el episodio con Nelson Mora , transmitido en vivo y directo por Aló, Presidente. El diablo, recordemos, a veces se esconde en los detalles.


Entre la “triple A” y el comité de aplausos

El Presidente, por cierto, se refirió a los “escribidores” que abordamos el tema, término que alude, según el diccionario, a los malos escritores.

Modestamente, apenas he publicado un libro, que por fortuna contó con la buena pluma y correcciones de Alexis Rosas, quien sí es un escritor. Yo sólo soy un periodista, orgulloso, por cierto, de haber recibido, de manos de Hugo Chávez , el Premio Nacional de Periodismo 2002, mención medios impresos, por mis reportajes y entrevistas en El Universal, de donde me fui poco después del golpe de abril.


Tampoco me enrollo por lo de “supuestamente revolucionarios”. Ese calificativo no lo otorga ni lo revoca nadie, sino la vida misma, ya al final del camino. Todos tenemos dos hemisferios cerebrales, uno de izquierda y otro de derecha, un poco de revolucionarios y un poco de conservadores, y somos susceptibles de desviar el camino. “La verdad es siempre revolucionaria”, decía Lenin.

Para disgusto de la Asociación de Articulistas Antichavistas, la inefable “triple A”, así bautizada por Clodovaldo Hernández , y del Comité de Aplausos del Comandante en Jefe, esta posición no implica saltos de talanquera ni peticiones de perdón a la derecha.

Ni las carantoñas de la primera, ni las críticas nocturnas del segundo, que ignoran una línea constante al lado de los trabajadores, de la que sobran testigos, lograrán su cometido.

Ya en el pasado algún hombre de TV demasiado díscolo fue objeto de una campañita que, al margen de lo reprobable o no de su actitud, lo pintaba como un aprovechado al que sólo movían lucro y ambición. Hoy está de nuevo en la buena y sólo recibe elogios.

Puede que algo semejante esté en camino, pero se equivocan si con eso creen amedrentar. El que no la debe no la teme.


TAQUITOS


SILVIO. Buscando la entrevista que hace unos meses le hizo Patricia Villegas a Silvio Rodríguez para Telesur, donde el hombre reflexiona acerca de lo que es un revolucionario, encontré esta otra que le hizo Margarita Serrano en 1996 para el diario La Tercera, de Chile:

-¿Fue militante del Partido Comunista?

-Nunca. Ni entonces, ni ahora. Soy demasiado personal en mis ideas como para defender cosas en las que no creo. Y no creo en todo lo que el partido defiende.

-¿Pero de alguna manera usted es un símbolo de este régimen. ¿Se siente parte del oficialismo establecido?

-Si ser oficialista es creer en la revolución y defenderla, parece que no me va a quedar más remedio que serlo. Pero eso no significa que yo acepte convivir con la intolerancia, con la burocracia, con la rigidez... Yo no tengo un cartel que diga lo que soy, pero como a todos nos lo ponen, me habrán puesto el de oficial.

-A estas alturas de la evolución política mundial, ¿le parece que hay que cambiar cosas en esta revolución?

-Por supuesto que hay que cambiar muchas cosas. Nosotros hemos sido grandes cuestionadores de lo que se hace en Cuba. Y la oficialidad lo sabe. Ellos saben hasta qué punto yo soy de crítico.

-Usted es diputado de la Asamblea Nacional , cuando se encuentra con Fidel, ¿hay algun trato particular hacia usted?

-No, ninguno. Me saluda como uno más de muchos. Pero yo me siento orgulloso de Fidel y la revolución.

-¿Le gusta como está Cuba hoy?

-No. No me gusta. Y tampoco me gusta como está el mundo.


columnacontralacorriente@yahoo.es

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